Nuestro símbolo
¿Una mosca? Mucho más que un símbolo.
Nuestro símbolo —la Fly— es una elección consciente que refleja los valores de la marca.
Una figura con profundo significado cultural y artístico.
A menudo vistas como insignificantes, las moscas encarnan la fragilidad de la vida, el paso del tiempo y la transformación.
Simbolizan regeneración, adaptación, persistencia. Resiliencia ante la adversidad.
Y revelan otra forma de belleza: la que resiste, la que transforma, la que permanece. Más honesta.
Nuestro símbolo
La mosca es uno de los símbolos más antiguos de la resiliencia.
En el Antiguo Egipto se han hallado amuletos de oro con forma de mosca en tumbas de faraones.
Se entregaban a los guerreros como emblema de valentía — no solo por la victoria, sino por resistir y regresar a casa.
Era un reconocimiento a la fuerza que no se rinde, a la presencia que sobrevive.
En ECH, nos inspiramos en ese mismo gesto: como signo de resistencia, de identidad, de permanencia.
Desde el Renacimiento, la mosca aparece en obras que rompen con lo establecido.
En el Retrato de mujer (c. 1470), atribuido a Hans Memling, se posa sobre una cofia blanca inmaculada: una presencia inquietante en una escena ideal.
En el Varón de Dolores de Giovanni Santi (c. 1490), aparece junto al cuerpo de Cristo: recordatorio físico del dolor, la fugacidad y la muerte.
En la Virgen con el Niño de Carlo Crivelli (c. 1480), irrumpe en lo sagrado como una intervención terrenal, inesperada, casi insolente.
Más tarde, Jacob van Hulsdonck la incluye en bodegones —como el que presentamos aquí— entre frutas y flores, donde la belleza anticipa su propio final.
Animamos a explorar estas obras: cada una contiene una tensión deliberada.
La mosca no interrumpe por azar: señala lo que no se quiere ver.
En ECH, esa disrupción nos inspira: no buscamos agradar, buscamos revelar. Una forma que revela. Un gesto que persiste.
En el siglo XX, la mosca adquiere nuevas lecturas: intuición, obsesión, decadencia.
En La persistencia de la memoria (1931) de Salvador Dalí —obra que presentamos aquí—, una mosca se posa sobre uno de los relojes derretidos: mínima, pero inquietante. Un símbolo del tiempo en descomposición.
También aparece en La mosca (1928) de Joan Miró, en la serie Moscas (1945) de Picasso, o en A Thousand Years (1990) de Damien Hirst, donde una vitrina se convierte en escenario de vida y muerte con la mosca como figura central.
Animamos a explorar estas obras: cada una amplifica el simbolismo de esta forma aparentemente insignificante.
En ECH, nos reconocemos en esa figura que persiste: una presencia que atraviesa el tiempo sin desaparecer.
Nuestro símbolo
La mosca atrae por lo que encarna:
fuerza, libertad, presencia.
Refleja una manera de estar: auténtica, adaptable, intuitiva.
Fiel a sí misma, incluso cuando el contexto cambia.
También representa una visión total: la capacidad de percibir el entorno sin puntos ciegos, de anticiparse, de estar alerta. Una presencia pequeña, pero imposible de ignorar.
En nuestras piezas, la mosca no es un motivo decorativo: es el núcleo. Al convertirla en joya, celebramos su singularidad y todo lo que representa: una presencia que transforma lo efímero en algo que permanece.
La Fly afirma una belleza distinta: no imita, no adorna, se impone. Encierra fuerza, libertad y presencia. Refleja una manera de estar en el mundo —auténtica, adaptable, intuitiva—, fiel a sí misma incluso cuando el contexto cambia.
En ECH, esa carga simbólica se materializa con oro y diamantes: materiales eternos para un símbolo que no se somete al tiempo. Por eso, llevar la Fly no es un gesto decorativo: es portar una idea. Una belleza que no imita, no adorna: afirma.
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